«El agua de mar de mis células reacciona recordándome que soy mar» (Jacques Cousteau).


Es el único líquido que al congelarse pierde peso. Si la dejamos fluir libremente en un plano inclinado, por liso que sea, seguirá un curso serpenteante, con un enigmático diseño en espiral. Algunos científicos han aventurado incluso la hipótesis de que acaso pueda registrar en su estructura toda la memoria de la vida sobre la Tierra. Hablamos del agua de cada día, cuyos secretos intrigan a los investigadores.

Apenas un 3% del agua presente en nuestro planeta es potable y, de ésta, el 90% se encuentra en forma sólida en los casquetes polares, u oculta en las entrañas de la tierra. A pesar de tratarse de algo tan cotidiano como vital, este elemento es uno de los más desconocidos y uno de los grandes enigmas de la ciencia. Los investigadores reconocen que la denominación de H2O, es, en realidad, una «licencia científica». Toda la vida, en efecto, no es sino agua organizada y el ser humano, desposeído del agua, se reduce a unos pocos kilogramos de sales minerales. Como todos los seres estamos hechos de agua, ésta nos conecta con nuestro pasado, con todos los procesos de creación y con el secreto mismo de la vida en el Universo. En palabras del célebre biólogo Claude Bernard: «Cuando el hombre salió del mar, se llevó el océano consigo».

Algunos científicos modernos sostienen que los ritmos y los ritos de la Naturaleza, que siguen eternamente el ciclo del agua, lejos de constituir un proceso mecánico, forman parte de un superorganismo viviente, que los antiguos griegos llamaron Gea,entre otros nombre de divinidades. Hoy hablamos de Gaia, en el claustro acuático de esta Madre Tierra vivimos. Más aún: nosotros, como todos los mamíferos, nos desarrollamos, en el período de gestación, sumergidos en un microcosmos acuático, salado y cálido. Y durante el resto de nuestra vida sentiremos una atracción irresistible por el agua, que nos vincula con nuestro origen por partida doble, individualmente y como especie. En todo caso, tanta familiaridad con este elemento ha hecho que la mayoría de las personas no hayan reparado en su extraña singularidad y en los misterios que nos plantea.

Ochocientas veces más densa que el aire, el agua es la única sustancia que, al congelarse, pierde peso. Si fuera al contrario, las aguas marinas se solidificarían y derivarían hacia el fondo, destruyendo la vida. Por el contrario, al permanecer en la superficie, protege la vida del océano, lo que ha permitido una favorable evolución de los organismos vivos. A su vez, este hecho repercute directamente sobre la climatología del planeta y genera una verdadera respiración de la Tierra. El agua, como disolvente universal, posee energía suficiente como para disgregar las rocas más duras y, durante millones de años, ha configurado la orografía de los continentes. Semejante a un gigantesco sistema circulatorio, los ríos, lagos y océanos, sirven como canales constantes de energía, suavizando los contornos y pulverizando lo sólido. En su búsqueda del océano, los ríos transportan materias nutrientes en forma de sedimentos, que se depositan en las orillas, siempre en forma serpenteante; si lo hicieran en línea recta, destruirían a su paso los territorios de su tránsito.

Las experiencias a nivel de laboratorio han demostrado que si se la deja fluir libremente en un plano inclinado, busca siempre modelos dinámicos en espiral, oscilando y girando de forma totalmente imprevisible. Algunos científicos han llegado a pensar que actúa según patrones propios e incluso inteligentes.

Por otra parte, la estructura molecular del agua puede modificarse actuando sobre su temperatura, presión o radiaciones electromagnéticas. Se sabe ahora que no existe una sola forma de agua, sino infinitas variaciones o, tal vez, adaptaciones. Pero mucho antes de que la ciencia moderna hubiera descubierto estas peculiaridades, ya las culturas chamánicas afirmaron que el agua era un ser vivo y que era preciso comportarse con ella con el mayor respeto.

Estamos aun muy lejos de comprender la naturaleza misteriosa del agua. El investigador Víctor Schauberger (1885-1958), fascinado también por las formas que adoptaba en su eterno fluir a través de los bosques austríacos, llegó a creer que era un gran error bombear el agua mediante pistones y bombas metálicos, ya que éstos, de alguna forma, «rompían» el agua. Diseñó para evitarlo una bomba de movimiento cilíndrico hiperbólico, cuya finalidad era permitir que mantuviera sus ritmos y estructura naturales, reproduciendo patrones de fluidez en espiral e imitando su movimiento natural.

Rudolf Steniner (1861-1925), célebre creador de la Antroposofía, concedía también una extrema importancia al agua, aplicando sus esquemas fluídicos y energéticos a la agricultura, la medicina, e incluso al lenguaje y a la expresión corporal. Leonardo da Vinci sintió durante toda su vida una fascinación casi obsesiva por el líquido elemento. El eterno movimiento del agua es una constante en su obra, particularmente en sus últimas creaciones. También los manuscritos de Windsor muestran una infinidad de apuntes, bocetos y experimentos suyos relacionados con el agua.

El escultor inglés John Wilkes, inspirándose en similares observaciones, comenzó en los años setenta a crear fuentes en forma de ocho, que indujeran un movimiento rítmico del agua. Sus esculturas acuáticas, además de ser bellísimas obras de arte, tienen como objetivo reproducir y vivificar la misma danza vital que sigue en la Naturaleza, devolviéndole, además, su condición de «agua viva».

||PIONEROS DE LA INVESTIGACIÓN||

Investigadores como Theodor Schwenk, Peter Redgrove o Victor Schauberger, han reconocido en los modelos de fluidez del agua una dirección en relación con la naturaleza y con nosotros mismos. Schwenk, en su obra, El Caos Sensible, una verdadera obra maestra en el campo de la investigación, escribió: «Un arroyo que serpentea murmurando alegremente sobre las piedras de su cauce, engendra una multitud de pequeños remolinos y superficies internas que son verdaderos órganos sensoriales abiertos al cielo, que perciben el río del devenir cósmico. Al ser absorbida después por todas las criaturas terrestres, las plantas, los animales y el hombre, les transmite todas las impresiones recibidas y las difunde por todas partes».

Las conclusiones de algunos científicos apoyan cada día más la hipótesis y postulados de los filósofos y de los místicos de antaño. Claudine Luu, de la Universidad de Montpellier, llegó, tras sus investigaciones, a la siguiente conclusión: «El agua es el principal constituyente de los sistemas vivos, y no olvida las sustancias que disuelve (…). Puede así recibir, transmitir e incluso memorizar, o amplificar, efectos de condiciones físicas siempre variables, cuyo origen se encuentra en nuestro entorno próximo o lejano».

||LA MEMORIA DEL AGUA||

Los experimentos del doctor Jacques Benveniste, audaz defensor de la controvertida hipótesis conocida como «memoria del agua», le condujeron a la certeza de que el agua puede almacenar información electromagnética y biológica, pudiendo ser imprimida con lo que él llamó «zonas de coherencia», que le permiten funcionar como sistemas de comunicación, en la Naturaleza y en la células de los seres vivos. En un reciente artículo, publicado por el ISERN francés, asegura que «… estos resultados indican, sin equívoco, que la naturaleza física del mensaje molecular, actualmente desconocida, es electromagnética. Este mensaje es transmitido y memorizado por el agua polarizada, fenómeno que favorece la transmisión de la señal molecular». En una de sus múltiple experiencias, Benveniste logró proyectar sobre una superficie de agua la imagen luminosa y electromagnética del curare, un potente veneno neurotóxico. Más tarde la daba a beber a ratas de laboratorio y éstas, al poco tiempo, morían con los´síntomas propios de esta sustancia: asfixia y paro cardiaco.

Esa hipótesis de la «memoria del agua» vendría a explicarnos, entre otros enigmas, la extraña eficacia de la medicina homeopática, cuyos procesos curativos siguen constituyendo un gran interrogante, incluso para los especialistas en esta forma de terapia holística y energética. La explicación de las virtudes terapéuticas de los remedios homeopáticos debería buscarse, precisamente, en el agua y su poder holográfico de registrar, almacenar, dinamizar y multiplicar algún tipo de energía sutil, desconocida por la ciencia actual, que ejerce un poderoso efecto sobre los seres vivos, sobre todo en las altas diluciones homeopáticas en las que ya no existen residuos moleculares visibles de la sustancia madre, y que pueden resultar peligrosos si son administrados sin cierta prudencia.

Recientemente, el Dr. Robert Fisher, del Royal London Homeopatic Hospital de Londres, argumenta que «muy probablemente sea la microestructura del agua la que retenga la información referente a las sustancias con las que ha entrado en contacto, e incluso multiplique el efecto terapéutico de éstas». El propio Benveniste manifiesta al respecto: «Los homeópatas utilizan empíricamente estas propiedades del agua… La señal molecular, una vez establecido su origen electromagnético, podrá ser numerable, graduable, modificable, transmisible a distancia y reproducible hasta el infinito. Estos resultados podrían revolucionar la biología y la medicina, y permitir comprender la influencia de los campos electromagnéticos sobre la materia viva».

||LAS PROPIEDADES CURATIVAS||

Las propiedades curativas de ciertas aguas han sido alabadas en todas las épocas. Griegos, romanos y árabes, al igual que ocurría en las grandes civilizaciones asiáticas, exaltaban las virtudes terapéuticas de aguas procedentes de fuentes, manantiales o playas. Cada cultura poseía sus propias «aguas santas», cargadas de simbolismo, relacionadas frecuentemente con apariciones de santos, vírgenes o espíritus de la Naturaleza. En algunos casos, los análisis de estas aguas demuestran su escaso valor en cuanto a contenido en elementos químicos solubles. Pero milenios de experiencia demuestran su legendaria eficacia.

Según Rupert Sheldrake, uno de los mayores heterodoxos de la ciencia actual, este elemento recogería información de todas las tierras y todos los seres vivos a través de los cuales ha fluido. En tal sentido, es posible que el agua conserve el registro ancestral de todos los hechos, toda la historia, todos los sentimientos y pensamientos de la Humanidad y de la vida, desde sus orígenes, y también que sea ella y no el mítico éter la sustancia de que está hecha la memoria de Gaia («los registros akáshicos» de Rudolf Steiner y los teósofos). Beber un simple vaso de agua alcanzaría así una dimensión sacralizada, que nos vincularía con todo el devenir de la vida, en nuestro planeta y, a través de éste, con todo el Universo.Carmelo Ríos

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