Mientras medio mundo dormía, el pueblo taoísta defendía la tierra
El Templo Arkelón fue escenario de una de las más contundentes labores del pueblo de Dios con ocasión de una agresión energética proveniente de una explosión solar.
Hacia las cinco de la tarde del pasado 16 de noviembre se detuvieron las actividades del Templo Vegetal Sakroakuarius debido a una novedad: la guerra cósmica mostraba una de sus más cercanas fases. Los telescopios de la NASA habían detectado una violenta onda de energía que había sido despedida por el sol. No hablaron de consecuencias en la tierra.
Pero en ese instante el gran Wehor Shamaddihhael y el Sin Simbre develaron el peligro que lo que parecía ser un capricho solar tenía sobre la esfera en que habitamos.
Si el impacto despedido por la explosión solar llegaba a la Gea, las consecuencias serían catastróficas. Más de media esfera quedaría destruida y la otra media en las peores condiciones imaginables. Toda la tecnología se destruiría y el mundo volvería a algo así como la Edad de Bronce.
Así que todos los habitantes del Templo fueron convocados en el Arkelón. Y todos los taoístas del mundo, fueron llamados a librar esta batalla.
Una labor fundamental se llevó a efecto en Ecuador. Más de sesenta taoístas bajo l dirección del maestro Galsaphid fueron dirigidos hacia la Mitad del Mundo, en Quito, lugar neurálgico de toda la labor.
Acostados boca arriba, con una runa y un mantram, dirigidos por los Altargados de la Obra, todos a una sola voz y a un solo movimiento y durante más de cuatro horas, los taoístas de la esfera la defendieron y la libraron del peligro, mientras el resto de la humanidad dormía.
Hacia las 11 y media de la noche el gran Sin Simbre anunció que, por ahora, el peligro estaba conjurado. Y nadie extraño al pueblo de Dios supo que este pudo haber sido el último día de su vida.
Y aunque es posible que algunos astrónomos y científicos hayan medido las consecuencias de dicha explosión solar, lo mismo que en casos parecidos, guardaron silencio porque el impacto de una noticia semejante no se puede imaginar.
Se ganó una batalla. Pero la guerra sigue.