Tras la justa y legítima búsqueda del éxtasis, como propósito y sentido de vida… se encuentra la bestialización.
SI NO NOS PLANTEAMOS LA CONSTRUCCIÓN DE UN HOMBRE NUEVO DESDE SU MATERIA, OSEA, DESDE SU CUERPO-TEMLO, DESDE SU GENÉTICA, ES TOTALMENTE FALSO E HIPÓCRITA PRETENDER CONSTRUIR UNA NUEVA SOCIEDAD, JUSTA IGUALITARIA, FRATERNA Y SOLIDARIA, NACER DE NUEVO, KOMO EL KRISTO.
Nuestra sociedad es una sociedad drogada. Las drogas legales, como el ron y la cerveza, según estadísticas oficiales de policía y organismos de salud, están en la base de la pavorosa y casi generalizada violencia intrafamiliar, del maltrato infantil, las riñas callejeras y en recintos y los altos índices de accidentalidad en las carreteras.
Evidentemente que el sentido de autorrealización de la vida es la búsqueda de la felicidad y el placer. Pero hay placeres que matan… destruyen el cuerpo (cerebro, hígado, riñón, estómago, etc) y, por consiguiente destruyen y matan el alma.
En nuestra sociedades occidentales, alienadas, ha habido una infranqueable separación entre cuerpo y alma, principalmente desde el segundo Renacimiento, con descartes y Newton.
Hay un médico para el cuerpo y un médico para el alma (el cura… que no cura, que no puede curar), mientras que en las sabias culturas milenarias, con una cosmovisión integral del ser humano y la naturaleza, la salud es única, es del cuerpo y del alma, y, en consecuencia, el chamán, el nahualt, el sacerdote, el verdadero cura, etc, peyorativamente historiados, es médico del cuerpo y del alma, como Jesús el cristo, quien le dice alegóricamente a al senador romano Nicodemo “ de cierto, te digo que el que no naciere de nuevo no verá el reino de Dios”, y él, como muchos legos e intelectuales de hoy llenos de prejuicios por el oscurantismo del 2cristianismo” del emperador Constantino y sus inquisiciones, lo interpreta literalmente.
Nacer de nuevo, es la realización del bautismo, con las aguas de vida, que manan por nuestro sistema endocrino-hormonal y nuestros plexos nerviosos para formar nuestra semilla, o enrgía crística o genética, un paquete de información superluminosa, con capacidad de crear seres a nuestra imagen y seme(n)janza, como dioses, y regenerarnos, para despertar nuestra conciencia, para percibir lo extrasensorial, en los mundos de la materia menos densa, o sea de la luz, o ,como decía el cristificado Samael Aún Weor, embriagarnos en el connubio hombre-mujer con el licor seminal, el sagrado vino de la luz, la sustancia cristónica, que Hitler y su esposa Eva Braun utilizaron satánicamente en sus ritos tántricos al rotar invertidamente la Swástika – o poder mágico de la serpiente ígnea Shakti Devi Kundalini, enroscada en nuestro hueso sacro-coxígeo, para dar lugar a las tenebrosidades del Fascismo. El superhombre de Nietzsche y de Richard Wagner se convirtió en una horrible pesadilla infernal que hoy ronda a azota a Colombia, sino transmutamos nuestra semilla, como lo están haciendo cientos de monjes tao-judíos, hombres y mujeres, en un monasterio en las montañas andinas de Colombia, el Tibet de Etachtitlán, mal llamada América, duramente hostigados por paramilitares, guerrilla y ejército.
El reino de Dios o de la luz es un estadote conciencia expandida, no alienada, es el quedescubrieron los físicos cuánticos y Einstein. Allí no hay separatividad, el tiempo desaparece, en consecuencia pasado, presente yfuturo coexisten en un eterno presente, por eso quien alcanza esos estados de conciencia es sabio y amoroso, como el metacientífico Jeshuá Vanh Pandhirá, Jesús el Cristo, quien curaba con la poderosa energía electromagnética de los chacras de sus manos y de sus ojos, como soles.
Hoy, esas dos instituciones, la medicina oficial materialista, deshumanizada y mercantilizada, y la iglesia oficial, con su pederastia y homosexualismo y sus “sabrosamente” viciosas fiestas patronales y su “navidad” con pachangas y comilonas de cadáveres de animales, como rituales de vudú, se debaten en una profunda crisis. Es la misma crisis del divorcio entre la ciencia y la religión, entre la razón y el corazón.
La iglesia oficial, no obstante detentar el monopolio de la educación, cohonestó con los inhumanos orígenes de nuestro sistema de ingresos públicos o tributario, los estancos del tabaco y del aguardiente, que se apoyaron en sus religiosas fiestas patronales, con sus secuelas de violencia, embrutecimiento y deshumanización, así como se celebra hoy la navidad o nacimiento segundo o el nacer de nuevo.
Cuando la ciencia oficial penetró en los estratos más sutiles de la materia, en las partículas infinitesimales, y en el estudio de lo infinitamente grande, surge la fusión de la ciencia y la religión, de la razón y el co-razón… volvemos a reconciliarnos con nuestra totalidad, con Dios, con el Tao, que trasciende el incesante batallar de los opuestos, yin y yang, un mundo de paradojas.
Werner Heisenberg, Neils Bohr, Louis de Broglie, Albert Einstein,… encuentran en las religiones primigenias la explicación a los eunómenos o fenómenos de las otras dimensiones por ellos descubiertas… y se vuelven judíos-cristianos-budistas-taoistas-musulmanes-hinduistas-mayas-etc, porque todas estas religiones, en esencia, plantean los mismos principios doctrinarios Religiosos-científicos : la regeneración a través de la transmutación de la semilla o, como decían metafórica y esotéricamente los alkimistas medievales, la transformación del plomo en oro, es decir, de lo grosero en luz.
El físico de partículas de alta velocidad Frijof Capra, en su libro “El Tao de la Física”, quien tuvo una experiencia de conciencia expandida donde experimentó la danza de shiva, hace un paralelo entre la mecánica cuántica y las doctrinas ancestrales milenarias llegando a la conclusión de su coincidencia.
Cuando hablamos de crristianismo nos referimos, obviamente, al cristianismo de Jesús el Cristo, no al del emperador Constantino y compañía, con sus cruzadas, sus tribunales de la inquisición, que deformaron la Biblia y le mutilaron lo correspondiente a los años 12 a 30 del Gran Rabí de galilea, quien nos entregó las claves para nuestra cristificación o emancipación y nuestra entrada a el reino de su padre, el reino de la luz.